Nuestro Proyecto

El proyecto San Vicente Vivo nació con el propósito de preservar y revitalizar el patrimonio cultural inmaterial de San Vicente de Chucurí, un territorio con una rica historia y memoria. Su eje central fue la figura de La Patroncita, un símbolo profundamente arraigado en la cultura local, que se integró con el cultivo del cacao, un pilar económico y cultural de la región.
A través de una metodología participativa, el proyecto unió a mujeres, artesanos, cultivadores de cacao y otros actores clave de la comunidad en actividades que fortalecieron la identidad colectiva, impulsaron la cohesión social y rescataron tradiciones artísticas. Este esfuerzo también destacó el cacao como un elemento patrimonial que no solo preserva la memoria histórica, sino que dinamiza la economía local y promueve el turismo cultural sostenible.
San Vicente Vivo utilizó el patrimonio cultural como una herramienta para la construcción de paz y reconciliación en un territorio marcado por el conflicto armado. Así, logró combinar el rescate de las tradiciones con el desarrollo económico y social, dejando un impacto cultural duradero en la comunidad.
¡Un homenaje al pasado y un motor para el futuro de San Vicente de Chucurí!
LA MIRADA INVESTIGATIVA DEL PROYECTO “SAN VICENTE VIVO”
El proyecto San Vicente Vivo fue mucho más que una suma de actividades culturales; se construyó como un proceso colectivo fundamentado en la investigación cultural participativa, una herramienta clave para la reconstrucción de identidad comunitaria en San Vicente de Chucurí. Desde una perspectiva antropológica y sociológica, las actividades no solo recuperarán tradiciones, sino que también se conectaron a la comunidad con sus raíces, proyectando un futuro lleno de posibilidades, y brindando nuevos escenarios de interacción a expresiones diversas como la danza, la música, el teatro y los oficios patrimoniales
Como menciona Clifford Geertz , la cultura es una “red de significados” que las comunidades tejen en su vida cotidiana. En este marco, La Patroncita, surgió como un símbolo vivo que une a la memoria histórica de la región con los valores colectivos actuales. Este simbolo no solo evoca el pasado, sino que inspira cohesión social al articular los recuerdos con las aspiraciones de la comunidad.
Por otro lado, el cacao, como cultivo emblemático, representa mucho más que una actividad económica; simboliza la resistencia y la subsistencia de generaciones, especialmente de mujeres y cultivadores locales. En palabras de María Teresa Uribe, las comunidades marcadas por el conflicto armado necesitan reconstruir sus lazos sociales a través de prácticas culturales que refuercen su sentido de pertenencia. En este proyecto, las expresiones artísticas y la producción de cacao se convirtieron en puentes simbólicos entre un pasado doloroso y un futuro resiliente.
El capital cultural, concepto desarrollado por Pierre Bourdieu , fue una clave base en esta iniciativa. El proyecto reconoció el valor simbólico y económico del patrimonio inmaterial, impulsando el cacao no solo como un cultivo, sino como un recurso turístico que dinamiza la economía local, todo bajo un marco de respeto y valorización de las tradiciones.