San Vicente de Chucurí se levanta como un testimonio vivo de resiliencia y riqueza cultural, donde cada rincón cuenta historias que entrelazan el arte, las tradiciones y el cacao. La maestra Nalley Licceth Tavera, docente de educación artística y gestora cultural, ha dedicado su vida a preservar y celebrar estos elementos a través de su proyecto de danza Siembra de Agua. Su perspectiva ofrece una ventana única a las expresiones culturales de la región, destacando el cacao no solo como un recurso agrícola, sino como un símbolo profundamente arraigado en la identidad local.
La danza folklórica, como bien lo describe la maestra, narra con precisión y belleza del ciclo del cacao, desde la siembra hasta la recolección. Inspirada en una investigación exhaustiva liderada junto al maestro Carlos Alberto Vázquez y musicalizada por el maestro Juan de Jesús Ibarra, esta danza ha trascendido fronteras, posicionando a San Vicente en escenarios internacionales como Costa Rica. A través del arte, se celebra la conexión de las comunidades con el cacao, rescatando su relevancia histórica y proyectando su impacto en la modernidad. Este proceso artístico ha permitido que las nuevas generaciones comprendan la importancia de herramientas agrícolas tradicionales como el rastrillo y las catabras, reconociéndolas no solo como instrumentos de trabajo, sino como parte integral de su patrimonio.
El cacao, como eje central de las festividades locales, también protagoniza eventos emblemáticos como la fiesta del Corpus Christi, donde los campesinos exhiben lo mejor de sus cosechas. En estas celebraciones, el merengue campesino —un ritmo característico de la región— cobra vida, narrando las hazañas de quienes cultivan la tierra con esfuerzo y dedicación. Este ritmo se convierte en un lenguaje que comunica el orgullo, la esperanza y el legado cultural de San Vicente.
Más allá del cacao, la maestra Nalley destaca otros elementos culturales con potencial para convertirse en símbolos identitarios del municipio. El aguacate, las artesanías y los oficios tradicionales, como el tejido y la fabricación de instrumentos agrícolas, representan una riqueza que merece ser protegida y difundida. En este sentido, sueña con la creación de una escuela de oficios que no solo preserva estas prácticas, sino que también inspira a las nuevas generaciones a mantener vivas sus raíces.
Entre los íconos culturales de San Vicente, el personaje de La Patroncita ocupa un lugar especial. Según la maestra, esta figura encarna la fortaleza y la resiliencia de la mujer campesina, siendo un testimonio de cómo la región ha superado desafíos históricos gracias a su gente ya su cultura. La Patroncita no solo cuenta historias del pasado, sino que también proyecta un mensaje de esperanza y orgullo hacia el futuro, consolidándose como un símbolo que une a toda la comunidad.
El conflicto armado dejó cicatrices profundas en el municipio, pero también sirvió como catalizador para el cambio. La maestra Beltrán comparte cómo las actividades culturales, en particular las relacionadas con la danza y los festivales del cacao, han sido herramientas fundamentales para sanar las heridas del pasado. A través de sus talleres con mujeres mayores, ha escuchado relatos desgarradores que contrastan con la paz y las oportunidades culturales que hoy definen a San Vicente. Este renacimiento cultural no solo transforma la percepción de la región, sino que también fortalece su tejido social.
En su visión para el futuro, la maestra imagina una experiencia turística inmersiva que combina el arte y la tradición. Una caminata temática desde el pueblo hasta las fincas cacaoteras, complementada con espectáculos de danza, teatro y música, podría convertirse en una oportunidad para enseñar a los visitantes sobre el proceso del cacao y la esencia cultural de San Vicente. Estas ideas reflejan su compromiso con la creación de experiencias que no solo atraen a turistas, sino que también fortalecen la identidad de los locales.
El mensaje final de la maestra Beltrán es un llamado a las nuevas generaciones: amar y preservar la identidad cultural. “Somos merengue, somos cacao, somos tradición”, declara con orgullo. Su invitación a abrazar las raíces y compartirlas con el mundo encapsula la esencia de San Vicente de Chucurí, un territorio que, tras superar grandes adversidades, se ha consolidado como un faro de cultura, esperanza y resiliencia.